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-ARTÍCULOS-

 TITULO:"La quinta del Muelle"
texto:Caroline Conejero
Fuente:¿?.Páginas 79-81
Año:  ¿1989?
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El graffiti o pintada es eso, una pintada, preferentemente hecha con spray sobre un soporte que es invariablemente un muro viejo, una valla, un edificio o un solar ruinoso. Por eso es que la pintada prolifera allí donde el urbanismo no tiene salida.
Pero lo que realmente define al graffiti, aparte del soporte, es su origen clandestino y su vocación de trascender. Las primeras pintadas las hicieron los pobladores de cárceles, manicomios y celdas de meditación. Aparecieron en esos lugares donde se va a fumar por primera vez, a conocer el sexo, a reuniones secretas y otras maniobras en la oscuridad. "Aquí estuve yo","Manolo, te amo" son corrientes en las puertas de los servicios, los pasillos del Metro, los solares y el que más y el que menos ha arañado alguna vez el pupitre con dibujitos y chuletas. De ahí que el anonimato ampare la sinceridad; de ahí que ese sabor a clandestinidad, a exabrupto reprimido; de ahí que moleste a unos y divierta a otros.
El graffitista trabaja normalmente solo, y aunque esté vinculado a un grupo, es un individualista que pinta por gusto, no cobra por ello y pretende ser conocido en toda la ciudad por sus pintadas. Al margen de estilos, los que priman son los tipos de letras, rechulas y onomatopéyicas, y los dibujos del cómic más subvertido y sexy. Las grandes firmas del graffiti madrileño, Muelle, Glub, Rompe, Bleck la rata, por citar algunos, establecen dos tendencias generales: los americanistas, bboys, heredados del genuino sabor "cogemos lo mejor de cada cosa, no nos importa si es americano o francés; de todas formas el graffiti viene de allí", y los autóctonos, firmas de renombre ya, que quieren diferenciarse creando un estilo propiamente español. "No queremos copiar -afirman unánimamente los autóctonos-, vamos a crear un estilo aquí. Los "Rap"(bboys son una copia de América; no se entiende ni lo que ponen".
Hablan de ello como si pintar fuera un vicio o una pasión que necesitara del autocontrol porque si no puede incluso volverse contra uno mismo. "Los Rap si no van juntos no pintan, no se atreven. Además no se controlan, pintan en cualquier sitio, las cristaleras las ponen tibias. No respetan nada; nosotros no pintamos vallas ni casas viejas; el Metro especialmente."
Los Rap dicen, sin embargo, que cuando van juntos "bombardean" -atiborrar de firmas las paredes con rotulador-, pero que los grafitistas hacen los dibujos en casa y van solos a pintar. "Los Rap somos macarras, pero no horteras ni violentos. Odiamos la droga, el acid y a los pijos. Pero aceptamos a la gente que es auténtica, aunque sea heavy". Patinan, bailan, se reúnen en los sótanos comerciales que "bombardean", y cuando se acercan los guardias jurados guardan los rotuladores, les silban y patinan más. "Cuando te cogen pintando te zurran un poco y aparecen en tu casa para que tu padre pague una multa de cinco mil pesetas. En casa me tienen prohibido que pinte.Otras veces te cae una denuncia por desorden público."
SOBRE MUROS La mayoría empieza con doce años y termina con los veinte pasados; los que llegan a los veintinueve son ya profesionales y cobran cuando pintan bares o locales, y la gente los respeta. Son chicos de los barrios y pueblos periféricos de la cebolla urbana de Madrid, que se mueven en el Metro con los bolsillos llenos de rotuladores gordos, las manos manchadas de pintura, y cuando entran en El Corte Inglés y preguntan por la sección de sprays, el guardia de seguridad les mira con desprecio la camiseta pintada antes de preguntarles si van a comprar algo.
Rompe, graffitista autóctono, al principio quería ser tan conocido como el Muelle, pero luego "pensé que no quería imponerme metas sino plantearme un camino, ser lo que es Mimo Lee, el más grande graffitista americano; domina el spray como quiere, pinta segundos y terceros pisos. Quiero llegar a pintar Rompes grandes, con escalera."
Cuando se les pregunta si aceptarían una oferta como la que le hicieron a Muelle para representar con su firma alguna marca comercial, afirman contundentemente que "no se venderían". La razón es muy sencilla: ya no sería graffiti; el soporte es siempre el muro -no confundir con el mural-. Unos románticos definitivamente. Son así.
PINTAR Y BORRAR Preguntarse si el graffiti es arte o no, si es cultura o no, contracultura, subcultura o incultura resulta, si no ocioso, una lamentable preocupación decimonónica, dado que en estos tiempos el arte, lo mismo que las definiciones, contaminados unos de otros, escapan de los marcos en una huida hacia adelante. Al público en general le molestan estas manifestaciones de expresión cualquiera que sea su naturaleza. "Son guarradas y porquerías. Lo ensucian todo"; o bien "son como las ratas, salen de noche". Lo cierto es que a las grandes ciudades que no paran de crecer hacia un lado les salen pintas. El respetable espolea al Ayuntamiento para que los borre -literalmente-, para que proteja sus fachadas y sus medios de transporte. Otros los tachan o pintan encima sus cosas así en la confusión, quizá porque les guste también pintar y no tengan valor para ser ellos mismos. Así tenemos al Mata: MataRatas, MataLarrys, MataMuelles, MataRompes.. pero hay otros. El Ayuntamiento se protege persiguiéndolos, multándolos y tapándolos, sobre todo allí donde hace más feo. Utilizan para ello un cemento líquido muy fino, "chupina", que tapa muy bien y que tiene la virtud de inhabilitar la pared para próximas pintadas porque absorbe mucha pintura y porque por más que se gasten botes de spray encima queda como si fuera transparente, clarito como si los sprays fueran de mala calidad. Y claro, no sale a cuenta pintar más sobre ellas. La guerra ha empezado: el ayuntamiento contraataca. Y es una cuestión de tiempo, unos pintan y otros tapan. Madrid no es una ciudad con demasiado graffiti en comparación con Amsterdam, París, Londres o Nueva York. Pero al final los Ayuntamientos pierden.
LA TÉCNICA Una vez hecho el boceto, lo primero es preparar la pared. Se recubre toda la superficie elegida con pintura gorda de color claro o blanco, para alisar en lo posible y tener un fondo de referencia. Después se trazan las siluetas de las letras y de los dibujos; esto se hace ya con spray "duplis". Se trata de ir de menos a más: de un fondo blanco al detalle de los colores más oscuros. Las siluetas se rellenan y se marcan marcan bordes, ribetes, bucles y relieves que van en colores llamativos y brillantes. Finalmente se decoran, y ésta es la fase más difícil y en la que el manejo del spray revela virtuosistas y simples aficionados. Brillos, espejos, metalizados, burbujas, inflados, transparencias -virguería en grado sumo-, velocidad, sensaciones admirativas, interrogativas, sudor o cabreo, toda una gama de efectos especiales que rematan los dibujos y consiguen ese hiperrealismo y la gratificación visual primaria que experimenta de entrada el observador. El lucimiento no tiene límites y el prurito del tamaño tampoco, siempre que haya un muro abandonado de dimensiones suficientes.

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