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TITULO: "El graffiti: Testigo de la historia"
Fuente: El País, 22-02-2013
Para unos cultura, para otros vandalismo; el bautizado como «arte callejero» forma parte del paisaje urbano en casi cualquier rincón del mundo .. 

 

Numerosos graffitis adornan una barrera de contención del río Támesis de Londres. Para unos arte, para otros, vandalismo. El graffiti ha construido a lo largo de su historia su particular «Paralelo 38». Una línea que marca dos formas radicalmente opuestas de ver un movimiento que, tal como se concibe hoy, tiene su origen en los guetos de Philadelphia y Nueva York a principios de los 70, pero cuya génesis se remonta a épocas tan añejas como la Antigua Grecia o el Imperio Romano. No es casualidad que la palabra graffiti provenga tanto del término italiano «sgraffiti» cuyo significado equivale a dibujo o garabato sobre una pared, como del griego «graphein» que significa escribir. Denostado o admirado, a nadie se le escapa que los muros marcados por el spray de estos «artistas», forman parte del paisaje urbano en casi cualquier rincón del mundo. A lo largo del S.XX fue clave para numerosos movimientos de resistencia. El graffiti, convertido en uno de los medios de expresión claves del siglo XX, ha ido moldeando su significado en función del uso simbólico que cada etapa de la historia le ha otorgado. 

Así, durante la II Guerra Mundial los nazis vieron en las pintadas callejeras un filón propagandístico para alimentar el odio hacia judíos y disidentes. En contraposición, también fue pieza importante para numerosos movimientos de resistencia que necesitaban de su uso para hacer pública su oposición. En 1942, un grupo de estudiantes alemanes bajo el nombre «La Rosa Blanca», expresaban su rechazo al régimen de Hitler estampando sus consignas en las paredes. A mediados de los 70 el graffiti había dejado sentadas las bases de un nuevo modelo sociocultural. Gracias a la aparición del emergente movimiento «Hip Hop» se fortaleció la propuesta de quienes lo consideraban un estilo de expresión cultural. Durante la década de los 80, el «boom graffitero» sale de las calles de Nueva York para expandirse a lo largo y ancho de Estados Unidos y cruzar el Atlántico hasta desembarcar en Europa. Pero aquellas convulsas fechas mantenían al viejo continente dividido en dos mundos antagónicos. 

El graffiti comenzcó abriéndose hueco en la parte Occidental hasta que la caída del Muro de Berlín en 1989 significó la expansión definitiva de este «arte callejero». En la actualidad, el tramo más largo y mejor conservado del Muro recibe el nombre de East Side Gallery, convertido en la mayor galería de arte al aire libre del mundo con 1,3 kilómetros de longitud, contempla más de un centenar de graffitis realizados por artistas llegados de cualquier lugar de La Tierra. En medio de la vorágine que supuso la Movida Madrileña, el desarrollo de los llamados escritores autóctonos o «flecheros madrileños» establece el punto de partida de un movimiento pionero que empezaba a visualizar las posibilidades estéticas del espacio urbano. Rápidamente, las calles de Madrid se vieron plagadas por pintadas de todo tipo. No solo se trataba de realizar la mejor pieza, también la masiva presencia de «firmas» se tradujo en una psicosis por ver quien marcaba más el territorio. El personaje más representativo de aquella época fue Muelle. 

Una espiral acabada en una flecha era la firma de Juan Carlos Argüello, a quien desde la escuela apodaron así tras construir una bicicleta con un muelle gigante de amortiguador. En diciembre de 1985 y después de dejar en miles de rincones su estampa, Muelle procedió a registrar su logotipo en la propiedad industrial, haciéndose un hueco en prensa, radio y televisión. En 1993 decidió «retirarse» declarando que su mensaje estaba agotado. A los 29 años, el «graffitero» más famoso del panorama español moría víctima de un cáncer. Bansky, un «graffitero global» de identidad desconocida, se cree que es originario de una localidad cercana a Bristol. Tristán Manco, ilustrador, diseñador gráfico y una de las voces más autorizadas del arte urbano británico, estima que Bansky creció bajo el cobijo de los «sprays» que tan magna repercusión tuvieron a finales de los 80 en Gran Bretaña. Más allá de sus comienzos, hoy día su trabajo es uno de los más valorados tanto dentro como fuera del mundillo. Ninguna de sus obras queda exenta de un fuerte componente de denuncia social. A través de la sátira, reproduce a su manera temas controvertidos que atañen a la política, deporte, cultura, acciones militares, moralidad, etc,... Su última aparición tuvo lugar con la llegada de los Juegos Olímpicos a Londres. En esta ocasión realizó dos graffitis dando la «bienvenida a los Juegos». En uno de ellos mostraba a un atleta lanzando un cohete en lugar de una jabalina, y en el otro, daba vida a un saltador de pértiga elevándose sobre una verja rota.

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